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jueves, 11 de octubre de 2012

Romanticismo Francés. El susurro.


Tienen esa manía de camelar con palabras dulces susurradas, caminan por la calle con flores desmostrando al mundo que son romáticos y aunque al primer contacto algunos no ofrecen ni la mano para saludar, suplen esas carencias de afecto en largos trayectos de metro que implican distancias muy muy cortas y así llenan el vagon de un eua de toilette no disponible en perfumerias.



Los franceses no hablan, no gritan; ellos susurran. Llevan esta tradición hasta las aulas donde el profesor susurra para la primera fila y de ahí para atarás sólo deben sentarse aquellos que tengan un oído ultradesarrollado como Superman; pero además las intervenciones de los alumnos son aún peores porque ellos hablan todavía más bajo. Esto provoca que el vuelo de una mosca sea más audible que cualquier duda o aportación de un alumno.

Yo tengo la teoría de que lo hacen porque como las clases son de tres horas seguidas y la asistencia es obligatoria, así permiten que el que quiera dormirse en clase, pueda hacerlo.

Queridos profesores de España, sean claros, si no enseñan con pasión y a priori saben lo aburrido que es su programa pónganse al nivel francés y: "Menos gritos Milagritos"

Desde Paris. Se Les Quiere.


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